Vivimos tiempos de IA. Toda la industria TI quiere hablar de la IA y tenerla entre sus manos para incorporarla en sus procesos internos o en sus soluciones como una parte promocional más. Pero ¿hasta qué punto la urgencia en la adopción de la IA es buena? ¿Tenemos que ser los primeros en incorporarla?
Las empresas están entusiasmadas con la IA. Son muchos los estudios que revelan que las inversiones en Inteligencia Artificial crecerán como la espuma en los próximos años. IDC, por ejemplo, apunta que el gasto empresarial en IA en la región EMEA aumentará en un 61% interanual y que un 97% de las organizaciones invertirá o tiene la intención de invertir en IA generativa.
En España, asociaciones como la IAMCP nos contaba que el ecosistema de partners de Microsoft está abrazando esta tecnología a buena marcha. La situación está llevando a la incorporación de casos de usos en diferentes verticales y aplicaciones.
Y es que la adopción de la IA puede traer muchos beneficios derivados de la automatización de tareas repetitivas o la creación de nuevas iniciativas de valor. Una mejora en la agilidad y eficiencia, una mayor productividad o un conocimiento más profundo del entorno de las empresas son algunos de los más destacados. Unos valores que ya se están poniendo en marcha.
Pese al entusiasmo con el que las empresas ven la IA, los empleados no parecen verlo con el mismo prisma. La falta de conocimiento hace que surjan reticencias y los riesgos asociados complementan este combo de cara B de la tecnología.
Un estudio de Slack revela que, si bien muchos de trabajadores ya utilizan aplicaciones con IA, ocultan ese uso a sus organizaciones para no parecer vagos o incompetentes. Casi la mitad de los encuestados opina así, lo que lleva a una conclusión clara: la falta de madurez formativa de esta tecnología.
Otro punto que ataca a la IA es la falta de especialización. Todavía son pocos los profesionales qué entienden hasta dónde puede llegar esta tecnología y cómo se puede aplicar en determinados contextos, lo que crea un caldo de cultivo idóneo para tambalear o poner en riesgos proyectos precipitados con IA.
Por otro lado, están los riesgos intrínseco a la IA. La implementación de la IA puede acarrear riesgos de ciberseguridad por la exposición masiva de información o de reputación por caer en las cuestiones éticas que plantea la tecnología. Tanto es así que el 56% de las compañías de Fortune 500 consideran a la propia inteligencia artificial como un factor de riesgo en sus informes anuales más recientes.
Por tanto, la pregunta como partner o empresa que nos podemos plantear es ¿debemos correr para implementar la IA? Sí y no sería la respuesta más ambigua, pero acertada.
Por una parte, la IA está aquí en sus diferentes sabores y aplicaciones. Es una realidad ya presente en nuestro día a día y que irá a más revolucionando muchos apartados empresariales. Darle la espalda a esta gran revolución TI no tienen ningún sentido, pero tampoco intentar llegar a los primeros a una realidad que convivirá durante muchos años.
Sin embargo, debemos ser conscientes de que tan solo estamos viendo la punta de un gran iceberg donde la IA. Un gran negocio donde posicionarnos y encontrar el nicho de acción, pero combinando la agilidad con la cautela para poder dar pasos en firme.
Es por ello que analizar, descubrir y plantear qué puede hacer la IA es clave. También lo es verificar cómo queremos incluirlo en nuestro negocio y qué nos va a aportar o cómo vamos a sacarle beneficio propio y para los clientes. A partir de ahí, seguir sin prisa pero sin pausa será fundamental para que la carrera de la IA no nos deje tan exhaustos que no nos permita llegar a la meta.