En la era de la sobreinformación digital, encontrar un aliciente para atender en un aula o ponerse a estudiar en casa puede ser complicado. Y es que las pantallas han venido a revolucionar nuestro día a día en todos los sentidos. Pero lejos de ser un obstáculo para el aprendizaje, la tecnología puede suponer una manera de reconectarnos con la motivación que necesita el alumnado.
Es evidente que en España tenemos un problema con el sistema educativo actual. Los últimos resultados en España de los informes PISA lo revelan. Los alumnos sacaron los peores valores de la historia, especialmente en materias como matemáticas o ciencias. Un problema donde la falta de motivación es una de las grandes razones para esta ralentización del progreso académico.
En estos datos la tecnología mal utilizada también es protagonista; el 33% de los adolescentes se distrae con pantallas en el aula. Un problema que se extiende aún más en universidades o centros formativos, donde no hay limitaciones de uso de dispositivos, como si ocurre en los centros educativos de primaria y secundaria.
Sin embargo, paradójicamente es la tecnología la gran aliada de la educación. Lejos de verla como el mal, un planteamiento adecuado de las pantallas puede ser el aliciente idóneo para que el alumnado se enganche al aprendizaje en plena era visual. Veamos cómo sumergirnos en la educación digital.
Partimos de la base de que toda mayoría de las personas tenemos un contacto asiduo con las pantallas. Ordenadores, teléfonos móviles o televisores son un bien común en nuestros días y estamos acostumbrados a sus formatos. Un uso que la educación debe aprovechar en su propio beneficio.
El uso de pantallas y tecnologías en las aulas fomenta un espacio mucho más cercano para el alumnado que los conceptos tradicionales de aprendizaje. El clásico profesor explicando en largas sesiones supone ya un anticuado formato con poca validez motivacional. En cambio, la ayuda tecnológica permite transformar esa idea en una propuesta mucho más atractiva, práctica e interactiva.
La tendencia hacia lo inmersivo supone un valor motivacional más
La democratización de la tecnología propicia una mayor inclusión e igualdad de oportunidades, ya que permite la personalización y adaptación a cada necesidad. Cuando todos los alumnos pueden ver por igual un contenido o disfrutar aprendiendo se impulsa el aprendizaje de todos.
Además, la tendencia hacia lo inmersivo supone un valor motivacional más. Las aulas o espacios formativos que tienden a sumergir a los asistentes aumentar la capacidad de concentración, lo que redunda en un alumnado más implicado y preparado para una escucha y participación activa.
No en vano ya hay estudios que certifican que la motivación y lo tecnológico, especialmente audiovisual, son conceptos que pueden ir unidos. Un estudio de Universidad Gazi en Pakistán certificó que el 70% de los estudiantes se motivaba más con recursos visuales. El alumnado se interesaba más por un tema y ofrecía más oportunidades de interacción y profundización en las áreas de aprendizaje.
El 70% de los estudiantes coincide en que los recursos visuales le motivan más
Más aún. Algunos estudios han demostrado que las pantallas interactivas que permiten el aprendizaje dinámico y la práctica son el método más efectivo para que jóvenes estudiantes alcancen un mayor rendimiento en asignaturas primarias como la ciencia, la ingeniería y las matemáticas.
Pero los beneficios de la tecnología van más allá de las propias clases. Los procesos académicos de profesorados y personal no docente se pueden agilizar gracias a la tecnología. Ya sea a la hora de corregir exámenes, rellenar documentación o gestionar información, las plataformas para la educación digital vienen a proponer una manera mucho más ágil y eficiente de tramitar toda esta burocracia.
Pero tan importante como la digitalización de los procesos de aprendizaje, es el entender que no todo vale. Incluir tecnología en las aulas sin ninguna estrategia por detrás es una mala praxis. Los resultados de PISA así lo demuestran: no solo importante el tipo de dispositivo utilizado, sino quién usa la tecnología y cómo.
A la hora de introducir cualquier tecnología en el ámbito educativo es obligatoria una estrategia. Pararse a pensar cuáles son las necesidades tanto de alumnado como de profesorado y a partir de ahí, tejer un planteamiento acorde a esa situación donde la tecnología sea un aliado más en el camino. Así se lo plantearon desde la Universidad CEU San Pablo con la tecnología de LG Business Solutions que os presentamos en el vídeo:
Pese a que un centro educativo puede tener claras sus demandas, no siempre saber cuál es la solución tecnológica idónea es tan sencillo. Por ello, es importante que valorar cómo encaja la tecnología en los procesos del espacio y entender cómo van a cambiar los procesos y si realmente lo van a hacer, si se van a mantener en el tiempo.
Sabiendo que la tecnología es algo que nos acompañará hoy y mañana, pensar en el futuro es un punto más. Y es que la tecnología se debe ser como una inversión a medio plazo que permita amoldarse y escalar en cualquier situación presente o próxima. Por ello, pensar en tecnologías flexibles que garanticen la permanencia y solidez innovadora es un básico.
Por último, una vez implementadas las tecnologías, es importante evaluar el progreso y realizar los ajustes necesarios. Realiza un seguimiento del progreso y medir el impacto en estudiantes o profesorado. Con ello nos aseguraremos que la educación digital va en el camino adecuado.