Funcionarios europeos y estadounidenses están alarmados por el aumento de fabricación de chips (legacy) en China y están debatiendo nuevas estrategias para contener la expansión del gigante asiático en el mercado de los semiconductores.
El presidente Joe Biden ha mantenido la estrategia general de Donald Trump en cuanto al bloqueo de tecnología a China y ha implementado controles adicionales para limitar la capacidad del país en el acceso a chips avanzados para aplicaciones militares y los relativos a la inteligencia artificial.
Pero Beijing ha respondido invirtiendo miles de millones en procesos de fabricación de los denominados chips ‘legacy’, aquellos diseños de chips heredados, los de generaciones anteriores que no fueron prohibidos. Estos componentes siguen siendo esenciales en la economía global y críticos para toda la industria de la tecnología a la hora de fabricar desde los smartphones al hardware de los vehículos eléctricos.
Todo ello ha provocado nuevos temores sobre la influencia potencial de China y ha abierto conversaciones a ambos lados del atlántico para controlar aún más a la nación asiática, según personas familiarizadas con el asunto citadas por Time. Si bien no hay un cronograma para tomar medidas y aún se está recopilando información, todas las opciones están sobre la mesa, citó un alto funcionario de la administración de Biden. «Estados Unidos está decidido a evitar que los chips se conviertan en un punto de influencia para China», comentan.
La secretaria de Comercio de EE.UU, Gina Raimondo, aludió al problema durante un panel de discusión la semana pasada en el American Enterprise Institute: «la cantidad de dinero que China está invirtiendo en subsidiar lo que terminará convirtiéndose en un exceso de capacidad de chips heredados, es un problema en el que debemos pensar y trabajar con nuestros aliados para superarlo».
Mientras que los semiconductores más avanzados son los que se producen utilizando tecnologías de proceso de 3-5 nanómetros, los de anteriores generaciones que China puede producir son los de dos dígitos. Menos avanzados, sí, pero todavía vitales para la industria de los semiconductores porque se usan masivamente en todos los ámbitos.
Altos funcionarios de la UE y EE. UU. están preocupados por el impulso de Beijing para dominar este mercado por razones económicas y de seguridad y les preocupa que las empresas chinas puedan volcar sus chips heredados en los mercados globales del futuro, lo que podría llevar a los rivales extranjeros a la quiebra, con la energía solar, como ejemplo.
“Estados Unidos y sus socios deberían estar en guardia para mitigar el comportamiento ajeno al mercado de las empresas de semiconductores emergentes de China”, escribieron los investigadores de un ensayo reciente para el grupo de expertos Hoover Institution de la Universidad de Stanford. “Con el tiempo, podría crear nuevas dependencias de EE. UU. o sus socios en las cadenas de suministro con sede en China que no existen en la actualidad, lo que afectaría a su autonomía estratégica».
Y es que la importancia de los chips de anteriores generaciones ha quedado patente por los shocks de suministro que sacudieron a las empresas en el punto álgido de la pandemia de Covid. Son componentes de baja tecnología, pero imprescindibles para toda la industria tecnológica. ¿Qué hará Occidente? Hay dos vías: una imponer nuevas sanciones a China y otra aumentar la capacidad de fabricación de chips fuera del gigante asiático. Y no solo serán los chips. Estados Unidos valora limitar el acceso de China al cloud computing.