En los inicios de la informática, los programas estaban prácticamente creados con componentes eléctricos que marcaban los ceros y unos de las operaciones en código máquina del programa. Evidentemente, había un enorme salto desde un problema del mundo real que se quería resolver hasta llegar a una serie de tarjetas llenas de cables y núcleos de ferrita que contenían el código a ejecutar para dar respuesta a ese problema. El desarrollo de programas era muy lento y costoso, y estaba al alcance de unos pocos centenares de expertos en todo el mundo.
Desde entonces la situación ha cambiado y mucho. Ahora nos encontramos delante de un importante movimiento busca bajar el listón tecnológico para que muchos más perfiles dentro de las empresas puedan «conectar los puntos» y pasar de la necesidad a la herramienta que necesitan sin tener que depender al 100% de los escasos recursos de programación disponibles. Es lo que se conoce como low-code.
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