Hace mucho tiempo ya que el cloud es una constante en los mensajes de fabricantes, partners e incluso, algunos clientes. Una realidad que poco tiene que ver con el nivel de adopción de las empresas pero que si que ha evolucionado a lo largo del tiempo. De aquella nube que era poco más que un eufemismo de servicios alojados en la década de los 90 a una nube llena de subnubes con aplicaciones nativas, o lo que es lo mismo, el cloud distribuido.
La evolución del cloud en apenas tres décadas es impresionante. En los comienzos hablábamos de servicios que se alojaban en un servidor. Ninguna aplicaciones crítica se incluía en esta modalidad por el temor a que fallara y por la idea tradicional de que «en casa todo estaba más seguro y funcionaba mejor».
En una segunda fase, el cloud evolucionó hacia las plataformas. Unas consolas todavía primarias desde donde se intentaba controlar lo poco que se podía ver del proceso. La estrategia en torno al cloud se basaba en un único proveedor con una arquitectura tradicional de aplicaciones donde se albergaba todo.
La rápida evolución nos hace llegar a tercera era. El Cloud 3.0 donde nos encontramos ahora se encamina a un mundo multicloud donde las nubes interaccionan entre sí gracias a los contenedores y microservicios. La época multicloud es una realidad ya palpable, aunque todavía en pañales, y el auge de una estrategia multi-proveedor una opción cada vez más reclamada por las organizaciones.
El camino hacia el cloud distribuido no solo es una nueva manera de gestionar la información empresarial sino además supone unos retos añadidos. Los servicios de seguridad y red adquieren mayor importancia para que todo funcione correctamente. Si en los inicios del cloud hablábamos de silos en los que se alojaban los datos, en esta era la información se encuenta en múltiples espacios que conviven y se retroalimentan. Esto supone saber balancear las cargas en los diferentes contenedores, contar con barreras para asegurar las aplicaciones y tener una protección global para mitigar problemas.
Las redes se están descentralizando cada vez más y están ampliando los límites de la informática para satisfacer la necesidad de aplicaciones avanzadas, muchas de las cuales funcionan gracias al Internet de las Cosas. Es por ello que cada vez se habla más del Edge Computing.
Y es que el Edge Computing plantea muchas oportunidades y retos al canal de distribución. Por un lado, supone un cambio de paradigma a la hora de gestión los datos y las aplicaciones y por otro, abre la puerta a un sinfín de posibilidades donde los partners TI necesitan asesorar, formar y ayudar a las organizaciones a sacar el máximo potencial.
Es por que que los distribuidores deben tener un conocimiento exhaustivo de las arquitecturas y tecnologías avanzadas y de cómo pueden hacer frente a los desafíos de TI actuales.