Los monitores gaming están en alza. Su popularidad ha crecido de forma exponencial durante los últimos años y, a día de hoy, se mantienen como uno de los productos más demandados del sector. Esta es una realidad que LG ha sabido ver, y a la que ha dado respuesta con un completo catálogo que incluye modelos que cubren ampliamente las gamas baja, media y alta.
Esa división en gamas es perfectamente comprensible, ya que no todos los jugadores tienen las mismas necesidades, y tampoco el mismo presupuesto. A la hora de elegir un monitor para gaming el precio es uno de los puntos clave que definen el criterio de decisión del cliente, pero no debemos olvidar que limitar la elección al coste puede acabar siendo un grave error.
Por ejemplo, un usuario que aspire a un nivel de prestaciones propio de la gama media pero quiera hacer un gasto mínimo y acabe buscando monitores gaming en la gama baja acabará comprando algo que no solo no cumplirá con sus expectativas, sino que además tampoco podrá satisfacer sus necesidades.
Este sencillo ejemplo ilustra algo muy importante: el cliente debe ser consciente de sus necesidades reales y ponerlas en consonancia con el presupuesto del que dispone y la gama en la que debe buscar. Los monitores gaming no son una excepción, ya que no todos ofrecen las mismas prestaciones ni presentan el mismo valor.
A la hora de elegir un monitor para gaming lo primero que nos viene a la cabeza suele ser el tamaño de la pantalla. Sí, es normal pensar en el tamaño que necesitamos para que encaje en nuestra mesa, y también es perfectamente comprensible que tendamos a priorizarlo sobre otros aspectos, ya que un monitor grande llama más la atención y suele parecer que es mejor por sí mismo que otros más pequeños, pero en realidad es un grave error.
La base sobre la que deberíamos empezar a decidir la compra de un monitor para gaming es el panel, un elemento que definirá por sí mismo las prestaciones más importantes del monitor, ya que de el dependerán aspectos como:
Actualmente existen tres grandes tipos de paneles en el sector que se utilizan para crear monitores gaming con diferentes prestaciones que posicionan, obviamente, en distintos rangos de precio:
Si queremos disfrutar de la mejor calidad de imagen en nuestros juegos favoritos debemos optar por un monitor que integre un panel IPS, como el LG 34GK950G, por ejemplo, un modelo de gama alta que además de montar un panel IPS de última generación de LG utiliza el formato Ultra Wide, lo que ofrece un 32% más superficie de visión, tiene un tiempo de respuesta de 1 ms, una tasa de refresco de 120 Hz con tecnología G-Sync de NVIDIA y una resolución de 3.440 x 1.440 píxeles.
Ya hemos visto el peso que tiene el panel a la hora de elegir un monitor para gaming, pero debemos ser conscientes además del papel que juega la resolución de pantalla. Un monitor con una mayor resolución de pantalla ofrecerá una imagen más nítida y más definida, ya que estará mostrando una mayor cantidad de píxeles.
Sin embargo, la resolución de pantalla debe estar bien ajustada al tamaño del monitor y también a las prestaciones del equipo. Un monitor muy grande con una resolución muy baja no es una buena combinación, y lo mismo ocurre con un monitor muy pequeño que tenga una elevada resolución. Es un tema complicado que podemos simplificar de una manera bastante acertada y fácil de seguir:
En cuanto al rendimiento la idea es simple, un monitor con una resolución elevada requiere de un equipo más potente para conseguir un buen rendimiento. Es importante tener mucho cuidado en este punto, ya que comprar un monitor con una resolución que nuestro equipo no pueda mover de forma fluida puede acabar arruinando por completo la experiencia de uso.
De nuevo es un tema complicado, pero por suerte podemos dejar un guión de referencia que os será de gran ayuda a la hora de elegir:
A todo esto debemos unir, además, la tasa de refresco y el tiempo de respuesta. La tasa de refresco es el número de veces que un monitor actualiza la imagen en un segundo. Se mide en Hertzios (Hz), y actualmente podemos encontrar en el mercado modelos que van desde los 30 Hz hasta los 240 Hz. Para entender mejor este concepto basta con un sencillo ejemplo, un monitor de 30 Hz actualizará la imagen 30 veces en un segundo, mientras que uno de 60 Hz la actualizará 60 veces en un segundo y uno de 240 Hz lo hará 240 veces.
Es importante tener en cuenta que la tasa de refresco está vinculada a la tasa de fotogramas por segundo. Los fotogramas por segundo son el número de imágenes que un contenido multimedia, juegos incluidos, generan en un segundo. Por ejemplo, si un juego funciona en un PC a 60 fotogramas por segundo y estamos utilizando un monitor gaming de 60 Hz el usuario tendrá una experiencia bastante equilibrada, ya que la imagen se actualizará 60 veces en un segundo y dispondrá de 60 imágenes frescas que mostrar.
Los monitores gaming de gama alta alcanzan los 240 Hz, pero no tienen que estar acompañados, necesariamente, de un equipo capaz de mover juegos a 240 FPS para ofrecer una buena experiencia. Marcarán una diferencia importante en la experiencia de uso que notaremos sobre todo a partir de los 75 FPS.
Bien, ¿y qué ocurre si tenemos un monitor de 30 Hz y obtenemos 60 FPS o más? Pues que no notaremos diferencia, ya que el monitor nos limitará y solo podrá manejar 30 FPS, con la pérdida de fluidez que ello supone. Para disfrutar de una experiencia óptima es imprescindible unir tasa de refresco y de FPS, y debemos tener claro que cuanto más altos sean ambos valores mayor será esa sensación de fluidez.
No podemos terminar sin hablar del otro concepto que hemos nombrado, el tiempo de respuesta. Se define como el tiempo que tarda un píxel en cambiar de color (de blanco a negro, o de gris a gris), y se expresa en milisegundos (ms). Al jugar el monitor muestra de forma continuada imágenes que representan millones de píxeles cambiando de color constantemente. Pues bien, si el tiempo de respuesta es demasiado alto y las escenas de acción se suceden con rapidez podríamos llegar a ver estelas y sombras, efectos muy molestos derivados de la incapacidad de los píxeles de cambiar de color a una velocidad acorde a la representación de imágenes que tenemos en pantalla. Lo ideal es elegir monitores con un tiempo de respuesta de entre 1 ms y 5 ms.