Pese a que el soporte de Windows XP finalizó el abril del pasado año, todavía este sistema operativo sigue instalado en dos de cada diez ordenadores. Entre estos, muchos equipos de empresas que por falta de recursos, miedo o por no tener un profesional adecuado a su lado no se han actualizado.
Todos los cambios asustan y más aún cuando se trata de asuntos que no se terminan de comprender. Pasar de Windows XP a Windows 8, por ejemplo, asusta a muchos usuarios inexpertos y pymes que viven la con la máxima de «si funciona no se toca». Pero ¿Cómo podemos ayudarles?.
Las reticencias de las empresas suelen venir más por los problemas que puede generar la actualización de sistema operativo que por el propio cambio. Esto unido a la incertidumbre de no saber si funcionará o se amoldará a sus necesidades provoca que los agujeros de seguridad y el software de hace 12 años campen a sus anchas.
En este sentido, como proveedores tecnológicos y, en la mayor parte de los casos, como consejeros debemos estar preparados para ayudarles y guiarles pero, sobre todo, concienciarles. Estos son algunos consejos.
Cambiar de sistema operativo conlleva unos ventajas y desventajas. Tenerlo muy presente y hacérselo saber al cliente nos ahorrará quejas o reclamaciones futuras.
La actualización no deja de ser un proceso que dependiendo de muchos factores como los tipos de ordenadores, número o complejidad de la infraestructura IT puede llevar más o menos tiempo. Hacerlo saber también será clave.
Por supuesto, como socio tecnológico, tenemos que hacer ver al cliente que los pros son mucho más poderosos que los contras. Será la única forma de impulsar este tipo de proyectos.
Conseguir que un cliente termine actualizando sus equipos a un nuevo sistema operativo no es una tarea sencilla. Pueden pasar meses, o incluso, años hasta que se decida a renovar su software. Más ahora cuando la compra sigue en evolución descendente.
Sin embargo, la labor de concienciación o preventa es tan importante como la venta en sí mismo. Intentar que los clientes puedan ver cómo afecta a la productividad, rendimiento y seguridad de su negocio trabajar con sistemas actualizados será clave. Sin prisa pero sin pausa hasta la meta.
Quizás Mac OS X nos parece el sistema operativo mejor diseñado del mundo. Sin embargo, tenemos que sentarnos delante del cliente y ver cómo funciona su empresa: en qué equipos trabajan sus empleados o con qué sistemas tienen que lidiar diariamente.
En base a todas esas premisas, deberemos elegir el sistema operativo que mejor se adapte a la empresa. Un software que pueda ser flexible para los empleados y lo más importante, pueda ser más productiva y adaptada a las nuevas tendencias como movilidad.
Aunque como proveedor tecnológico seguramente tenemos más que claro este punto, nunca está de más hacérselo saber a los clientes. Dar la tranquilidad de que nada se perderá en el proceso de actualización y todo podrá volver a ser como antes, nos ayudará.
Evidentemente, no se tiene que quedar solo en palabras. Debemos asegurarnos de que el cambio cuenta con una copia de seguridad que nos permita recuperar cualquier archivo, software o aplicación.
Puede que Windows 8.1 nos parezca un sistema operativo muy sencillo y práctico. Sin embargo, las empresas pueden que no tengan la misma percepción. De hecho, el miedo a no manejarse por este sistema operativo es una de las principales barreras que debemos afrontar con formación.
Ofrecer cursos prácticos a todos los empleados en los que mostremos cómo funciona el sistema operativo al que migremos, resolver posibles problemas que pueden surgir a futuro o mostrar los atajos más útiles para su negocio, nos ayudará a que la actualización sea menos dramática.
El sistema operativo puede ser el primer paso de un largo camino de asesoría tecnológica. Las empresas, las pymes en especial, necesitan un compañero tecnológico que esté a su lado continuamente. En este sentido, si conseguimos acabar el proyecto con éxito y dar un valor, podremos convertirnos en ese partner que vende más y más.